Me llamo Fran. Nací –a trancas y barrancas– en el tristón Madrid de 1965. Soy, por tanto, viejuno. No tengo características extraordinarias que me distingan de otros humanos vulgares: poseo el número apropiado de miembros colocados correctamente en los emplazamientos asignados. Mis medidas antropométricas son normales para un europeo actual y mi inteligencia es ligeramente superior a la de un europeo de cualquier época, pasada y por venir.
Eso, indudablemente, me ha traído bastantes problemas, a saber: soy incapaz de integrarme en grupos de homínidos, establecer lazos afectivos con más de dos o tres personas, o disfrutar de actividades subnormales como la veneración de jugadores de fútbol, realizar la ola, bailar la Conga y repetir las frases que ponen de moda los humoristas del momento. En definitiva, soy muy desgraciado.
Siempre he mostrado interés por las cosas, por conocerlas y aprender. He sido buen estudiante y aún sigo dedicando tiempo y esfuerzo cada día de mi lastimosa vida a seguir conociendo el mundo que me ha tocado habitar. Esto, por descontado, tampoco me ha ayudado mucho a ser feliz. La ignorancia es uno de los pilares fundamentales para poder sentirse cómodo en estos andurriales.
Carezco por completo de habilidades: soy patoso, despliego poca coordinación motriz y no tengo flexibilidad; por el contrario, doy buenas hostias. Pero eso tampoco me ha servido para nada, porque llevo una vida pacífica sin enfrentamientos con orcos o tribus bárbaras invasoras.
Quizá mi característica más definitoria sea que dispongo de una enorme facilidad para cagal’la. No importa cuánto me afane y empeñe en conseguir algo, siempre la fastidiaré en el último momento. Me pierde la bocaza, jamás miento y mis expresiones faciales no dejan lugar a dudas sobre lo que pienso en cada momento del imbécil que pueda tener enfrente. Este rasgo de personalidad, sumado a mi absoluta falta de inteligencia social, ha desembocado en horrendas consecuencias laborales.
Tampoco con las mujeres he sabido fingir y manipular lo suficiente como para contrarrestrar mi poco agraciado físico y tener comercio carnal con ellas. De ahí que haya llevado una vida de castidad monacal poco afín a mis verdaderas ansiedades y necesidades y, por qué no decirlo, a mis fantásticas potencialidades. Jamás he tenido nada parecido a lo que se suele llamar novia, churri, tronca o similares. Es cierto que en una ocasión me reproduje y de ahí surgió un niño pero, francamente no recuerdo nada y me extraña sobremanera que tal evento pudiera llegar a producirse.
Así que –con todas las apuestas en contra– mi ADN retorcido, chafado, de saldillo y un poco oleaginoso, ha conseguido perpetuarse en otro homínido que –está feo que lo diga pero ustedes me comprenderán– ha quedado mucho mejor que yo en todos los aspectos evaluables de un ser humano. Confío que los requiebros del overlapping de adeninas y citosinas hayan eliminado en lo posible los genes del fracaso total, de la derrota insistente y de la gilipollez incurable, del acerbo genético que hoy porta mi hijo.
Y así mi esencia, mi memoria y mi huella sean borradas de una vez por todas y para siempre de la historia del Universo.
Mi madre… qué descripción, debe ser que no te conozco porque no te veo así…
Lo de fo no te lo discuto porque no te he visto y si te viera no te lo diría porque tengo la predisposición de no herir a nadie y si no digo nada agradable me callo la boca.
Inteligente sí, más de lo habitual sí (eso es porque yo me considero más inteligente que el promedio y sólo me entretengo con gente como yo o mejor que yo, por eso estoy pegada a tu blog y casi sólo a tu blog) pero algo te falla entre el intelecto y el mensaje que te das de tí mismo … un cable se te ha zafado…
Lo que los demás piensen de tí es lo de menos, pero me parece que te defines por la impresión que le das a los demás y creo que te equivocas y no es inteligente tu actitud (lo dice quien ha vivido años en esa misma actitud hasta que se dió cuenta de que la única que lo pasaba mal era yo misma).
Eres un tipo inteligente que se cree cuentos de tontos, eres un tipo honesto que se miente a sí mismo sobre sí mismo. No es raro, somos muchos como tú (no te creas que eres único).
Finalmente, hablé una vez con una amiga sicóloga y me dijo que en cosas de actitud la genética tiene poco que ver, que lo que importa es la crianza … así que si a tu hijo le hablas así de tí mismo, es probable que cuando crezca sea exactamente como tú: una joya que se autoembarra en … lodo.. por el puro placer de sentirse miserable….
(me salió largo e invasivo pero me recuerdas tanto a mí misma que me dan ganas de golpearte … bórralo si quieres)
he releido y hay un error, no es fo es feo …
(y yo que venía a proponerte hacer negocios juntos jajajaja)