Ser Paquete no es fácil. Implica una tremenda responsabilidad y unos deberes que pocos pueden afrontar. Muchos son los llamados pero pocos los elegidos a integrarse en tan prestigioso grupo. Para los que nunca conseguirán formar parte de nosotros pero nos admiran y envidian en la distancia, haré un repaso somero de la vida cotidiana de un auténtico y genuino Paquete.
Y de paso reflejo el extremo friquismo de este mundo nuestro en el que nos movemos.
Un Paquete vive en cualquier ciudad ibérica a la que, por su mera presencia, dota de tronío y honor. La calle en la que more no ha de hallarse necesariamente en la zona más rica y ostentosa. Pero sí ha de contar con ciertas características. Puede ser de varios tipos:
Tipo Macho Ibérico, directo y al grano.
Así, sin ambigüedades. Mostrando al mundo de qué estamos hechos. Calleja de los Huevos, Oviedo.
Tipo Sibilino, retador y travieso.
¿Retos a mí? ¿Pero es que todavía no me conoces? Calle Salsipuedes, Cudillero, Asturias.
Como nos recuerda Corredor del Cañamares, los más píos y religiosos pueden optar por una tercera variante (¡Pachasco!):
Calle del Cristo de la Repolla, Cifuentes, Guadalajara.
Sea como fuere, la casa del Paquete –como lugar de peregrinación– ha de estar siempre perfectamente identificada.
A cada uno lo suyo. Casa Falo, Brieves, Asturias.
Obviamente, su negocio y lugar de trabajo, se corresponde con tan noble atributo.
Sé generoso con tu semilla. Falo, S.L., Luarca, Asturias.
Hay una excepción: algunos Paquetes modestos quizá prefieran pasar más desapercibidos y buscarán aquellos rincones donde sea difícil, si no imposible, encontrarlos.
Nuestro reportero Malagueta ha localizado esta calle sin casas. Placa sobre una casa de la Calle Sin Casas, Lillo, Toledo.
El Paquete se comporta de manera sencilla, sin alardes. Hará sus compras en los colmados y ultramarinos de su barrio…
Apu tuvo octillizos. Gran Paquete. El Badulaque, Cudillero, Asturias.
…donde se aprovisiona de productos de primera necesidad.
De lo que se bebe se cría. Caramulo, agua de manantial, Portugal.
El Paquete, gran viajero, a veces tiene que embaular los mamíferos braseados que necesita para su óptimo rendimiento deportivo en restaurantes y casas de comida.
Aquí se puede celebrar un barullito. Restaurante en Oviedo, Asturias.
¡Pero cuidado! No todos valen. Las comidas rápidas en tierra extraña pueden acarrear horrosas consecuencias para el índice glucémico y la carga de hidratos pre-competición.
Lo del entrecosto, vale, quién no se ha fumado un peta... Pero lo otro... No quiero ni investigarlo. Casetas de comida en una feria en el barrio de la Alfama, Lisboa, Portugal.
Siempre será mejor acudir a los clásicos y tradicionales baretos, donde tomar algo con los amigos y relatar la crónica épica de aquel diezmil en el que conseguimos la quinta mejor marca personal en la distancia, o aquel maratón en el que, aunque petamos miserablemente en el km 35, si se hubieran dado otras circunstancias y blablablá blablablá… mientras el resto de Paquetes se trasiega hasta el agua de los floreros.
Matarile nos dio el hombre del mazo más de una vez. Bar Matarile, Trevías, Asturias.
¿Y qué bebe un Paquete? Básicamente de todo. Pero tiene sus preferencias…
Lo que me faltaba por ver en esta vida... Licores en tienda de Luarca, Asturias.
Tanta hidratación exige un lugar donde poder soltar lastre. El Paquete, héroe casi sobrehumano, no puede conformarse con cualquier aliviadero. Merece lo más selecto.
Gracias a Blus por el alivio aportado. Barriada Meadero de la Reina, Puerto Real, Cádiz
Y ahora que con el verano el Paquete se tomará unas bien merecidas vacaciones para descansar, recargar las pilas y volver reforzado para preparar la próxima –y plena de éxitos– temporada atlética, nada mejor que un magnífico hotel en el que alojarse y… y…
No podía ser de otro modo: un Paquete es, en el fondo, un madiquita. Hotel Gayoso, Luarca, Asturias.
Nosotros seremos friquis. De eso no hay duda. Pero el mundo de ahí fuera no lo es menos.
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