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Archive for the ‘Pink Floyd’ Category

Mi terapia

El odio furioso que me despiertan los seres despreciables que todos conocemos y muchos justifican me ha conducido a un estado que no me conviene: tengo que estudiar y estar concentrado en asuntos científicos interesantes, no en fantasear con torturas y mutilaciones de hijos de puta. Cuando estoy mal, realmente mal, sólo hay dos cosas que me relajan y me devuelven el equilibrio perdido: estar solo en la montaña y escuchar a Pink Floyd. Como hoy tengo que estar en un centro médico con mi padre, descarto ascender algún pico y lavar mi odio. Me queda lo de siempre, disfrutar de la belleza y poesía de alguna hermosa y sencilla canción.

Gracias.

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The Endless River

Mira que se lo había dicho. Pero no me han hecho el menor caso. Pink Floyd, o lo poco que queda de ellos (David Gilmour y Nick Mason) han decidido sacar un nuevo disco que ni tiene sentido ni debería ver la luz. Lo han titulado con el hermoso nombre de The Endless River, penúltimo verso de la última canción del último disco que editaron. Bello verso de bellísima canción de maravilloso disco. Pero ese último e inolvidable tema, High Hopes, cerraba el ciclo que llevó a varias generaciones desde los años 60 a finales de los 90.

The endless river
Forever and ever…

Y ahí, en todo lo alto, los caballeros salimos de la habitación para no volver; con una media sonrisa un puntito chulesca y sin mirar atrás.

Contaban con mucho material inédito durante la grabación de The Division Bell, con Rick Wright todavía vivo y en forma pletórica. Y han decidido utilizarlo y completarlo para salir con un doble disco y toda la parafernalia: vinilos, box de lujo, material añadido…vamos, negocio redondo. Miedo me da…

Así que voy a tirar de cajón y os traigo una de esas canciones olvidadas y «malas» de mi grupo favorito. Porque en esas canciones poco conocidas hay auténticas joyas que han marcado mi vida y la de millones de privilegiados que hemos compartido tiempo y lugar con Pink Floyd.

Y quién no ha dicho alguna vez eso de «Quédate»… siempre con poco resultado.

Stay, del álbum Obscured by Clouds.

Stay and help me to end the day.
And if you don’t mind,
We’ll break a bottle of wine.
Stick around and maybe we’ll put one down,
cause I wanna find what lies behind those eyes.
Midnight blue burning gold.
A yellow moon is growing cold.

I rise, looking through my morning eyes,
Surprised to find you by my side.
Rack my brain to try to remember your name
To find the words to tell you good-bye.
Morning dues.
Newborn day.
Midnight blue turn to gray.
Midnight blue burning gold.
A yellow moon is growing cold.

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Recomendada por personas de las que me fío, comencé a regañadientes la serie de HBO True Detective. El caramelito que ofrece es comprobar que un tipo insufrible como Matthew McConaughey, deplorable en sus papeles de guapito más blando que la mierda de pavo, puede ser un buen actor. Yo levanté una ceja al estilo Nadal pero al final accedí a su visionado.

Y joder, el primer episodio me pareció realmente interesante. No por la trama en sí, más que vista en un país en el que la mayoría de la población parece que alberga un asesino en serie en su familia, sino por la manera de plantearse, de contarse lentamente, de imbricarse en las vidas personales de los policías, la ambientación y el formidable trabajo de los dos protagonistas. Porque si Mc está impresionante no menos lo está su compañero, Woody Harrelson. Y es que la química entre los dos creo que es lo mejor de la serie. Pocas veces se ha construido una pareja de policías, amigos y enemigos condenados a entenderse como estos dos actorazos. Están soberbios en cada palabra y en cada mirada. De verdad impresionante su trabajo.

No voy a entrar en describir los capítulos, el argumento y los tinglados porque creo que es mejor ver la serie sin demasiada información. Sí listaré (me gustan las listas) los aciertos en primer lugar y luego los fallos (horribles fallos) que desmerecen lo que de otro modo podría haber sido una serie inolvidable. Aún así, creo que es muy muy buena.

Puntos fuertes

  • La descripción perfecta del mundo rural de Louisiana, del Bayou y de sus inquietantes habitantes. Estamos en la América profunda y eso es algo aterrador en sí mismo. Aquí viven esos americanos que nos dan tanto miedo: fanáticos religiosos, hiperconservadores, racistas, ignorantes, de sexualidad enfermiza… Esas carreteras entre los pantanos, las manchas de sudor, el alcohol a cubos… Aterrador.
  • La extraña relación creada entre dos personas diametralmente opuestas en sus mentes pero muy próximas en sus comportamientos. La mejor pareja de policías inventada hasta la fecha, en mi opinión. Saltan chispas en cada conversación, en cada mirada. Y aún así están ligados a través de los años sin remisión.
  • Los monólogos de ambos, pero especialmente de Rust. Son una obra de talento narrativo. Esa mezcla de budismo, nihilismo, mecánica cuántica y jódete cabrón ha sido un auténtico hallazgo. Por lo que he leído, 180 páginas de monólogo que rodaron en tres días. Reconozco que en varias ocasiones he estado dándole al pausa y al rewind para volver a oír su flipada y conseguir que ninguna de sus palabras susurradas y guturales se me escapara y poder apuntarlas. Luego he visto que hay varias páginas y apps que las han recopilado. Ese acento texano de vocales largas y arrastradas cuesta un poco de pillar, pero creo que se me da bien una vez que le coges el aire. No hace falta decir que si lo ves o pretendes verlo en su versión doblada no te permito que sigas leyendo esto. Vete a ver los Serrano, el Príncipe o su puta madre. Adiós.
  • La fotografía y dirección artística es soberbia. Crea ese punto justo inquietante y algo sucio que va creando el ambiente que exuda la serie. (Exuda creo que es una buena elección para definirlo). Entre el alcohol, el tabaco y el sudor, aquello huele que a veces me ha dado nauseas. En serio.
  • Siempre que haya una referencia a Pink Floyd a mí ya me tienen ganado. El roble inmenso del crimen ritual del Lange es un calco de una imagen de Pink Floyd llamada Tree of Life. Y la camiseta que lleva Marty desde que entra al tugurio de los moteros hasta el asalto a la casa de los alegres asesinos cocineros de meta también es de ellos. Imagino que le gustarán a Nic Pizzolatto. Porque a Hart es imposible que le gusten dada su personalidad.

Imagen

  • Me creo totalmente los comportamientos de ambos policías y su vida personal. Hay pocas o ninguna inconsistencias en sus formas de actuar. Han construido unas personas creíbles llenas de aristas, facetas y demonios.
  • El plano secuencia de la acción entre los moteros y los niggers es de infarto, algo nunca visto y que te deja sin respirar durante los seis minutos de técnica y talento. Sólo por eso merece la pena ver la serie. Un diez a Cary Fukunaga.
  • El final del cap. The Locked Room con el monólogo de Rust y la imagen que sólo el espectador ve del día a día de Ledoux es terror puro. Escalofriante.

  • Dejo para el final la alucinante intro con la música mejor elegida para una serie que recuerdo. La canción Far from any road de los desconocidos The Handsome Family es obsesionante, mágica, poética y oscura. Un hallazgo. Lo que pueden conseguir dos acordes menores tan simples.

 

Puntos débiles

  • Estoy harto de las historias de asesinatos en serie. De verdad. Ya huelen. Comprendo que dan mucho juego y permiten ahondar en las tortuosidades de la mente humana. Lo sé. Vale. Lo acepto. Pero coño… ¿Ya, no?
  • Las pistas y los modos en que pasan de una persona a otra, de un escenario a otro, me parecen a veces confusos y no siempre se explican bien. Lo de las orejas verdes, de traca. No cuela.
  • Personalmente las historias truculentas con niños me joden mucho. Sé que es algo muy personal, pero me enervan. Así se consigue más fácilmente el terror y el asco del público. Pero me joooooden.
  • Han caído en una trampa similar a la de Lost: llenas la serie de referencias misteriosas, sobrenaturales (Carcosa, The Yellow King, the black stars, the two moons…) y luego todo eso queda en manos de un palurdo que era primo del Leather Face de la Matanza de Texas: la misma casa, la misma familia, los mismos gordos, las mismas aficiones malsanas. ¿De verdad ese redneck, esa familia de white trash, es capaz de montar todo un culto durante décadas en el que personas de alta clase social se reunían para hacer, ejem, lo que hacían? Las referencias a cuentos y mitos literarios de la época de Lovecraft, como los poemas y relatos de Ambrose Bierce y de Chambers no están al alcance de esos paletos descerebrados. No, no puede ser. No me lo vendas porque no lo compro. Bien es verdad que dicen que ninguno de los participantes en el vídeo (diossss) han sido arrestados ni identificados. Eso es un punto fuerte que no he colocado en la lista de arriba. Pero no puede ser que todo este esfuerzo y caída al infierno de estos dos se solvente por coger a un puto gordo psicópata. Me jode que me den pildoritas misteriosas hasta el último momento como la propia fortaleza de ¿Carcosa? tan macabra e inquietante chorreante de dolor y oscuridad, e incluso las palabras misteriosas del gordo: Come die with me, little priest… Take the bride’s path… y que luego el malo malísimo sea como Torrente cabreao. Tío, no, dame un poco más de nivel. 
  • El papel de las mujeres en esta serie ha sido… mmmm… ¿sexista? ¿machista? Igual es que en Louisiana ven así a las mujeres. Pero para un madrileño la verdad es que chirría bastante. O son putas o mueren, o las dos anteriores son ciertas. Maggie, la mujer de Marty, se escapa a esa clasificación y su actuación está francamente bien; pero reacciona de una manera bastante antigua y predecible a todas las mierdas de la vida (Curiosidad: la hija pequeña de Marty es la psicópata de The Walking Dead).
  • Y lo peor, como SIEMPRE, el condescendiente final. Me presentas dos personas llenas de mierda hasta las cejas. Ambos deberían estar muertos o en la cárcel. Tienen tanta basura dentro que se les sale por las orejas y al final… a) se salvan los dos: la escenita del redneck haciendo ‘la pausa’ antes de acabar con Marty para darle tiempo a Rust a que le vuele la puta cabeza no es de recibo en una serie de calidad: eso está bien en la tontuna diaria de las pelis de héroes, de Arma Letal o de alguna de Bruce Willis; pero Pizzolatto cabrón, me has hecho creer que eres un escritor bueno, que tienes talento… no me jodas; b) el nihilismo flipante de Rust, lo que ha dado empaque a la serie y te deja con la mente dando tumbos y volteretas, ¡se CURA!: vuelve a creer en dios y el amor, en los Teletubbies y en su puta madre bailando reggaeton; c) pero si hasta Marty le da un regalo de compromiso y se aman tiernamente bajo las estrellas… vomitivo…

Al final el puñetero McConaughey se ha salido con la suya y ha hecho una comedia romántica…

Terminemos bien, con la canción Far from any Road de The Handsome Family y mi propia traducción.

 

Lejos de cualquier camino

Desde la polvorienta altiplanicie
se cierne la creciente sombra
oculta entre las ramas
de la creosota venenosa.
Lentamente entrelaza sus espinas
hacia el hirviente sol.
Y cuando toqué su piel
mis dedos se cubrieron de sangre.

En el silente ocaso,
bajo una hinchada luna de plata
llegué de la mano del viento
para ver al cactus florecer.
Un hambre extraña se apoderó de mí
mientras las crecientes sombras bailaban,
caí sobre las zarzas
y sentí una mano temblorosa.

Cuando la última luz temple las rocas
y se desplieguen las serpientes de cascabel
vendrán los pumas
a llevarse tus huesos.
Y álzate conmigo, eternamente,
por la silenciosa arena,
y las estrellas serán  tus ojos
y el viento será mis manos.

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El viernes 23 de marzo de 1973, Pink Floyd dio un concierto en Charlotte, Carolina del Norte. El precio de las entradas estaba entre 5 y 6 dólares. Este fue el increíble setlist que tocaron.

Echoes
Obscured by Clouds
When You’re In
Childhood’s End
Careful with That Axe, Eugene
Speak to Me
Breathe
On the Run
Time
Breathe (Reprise)
The Great Gig in the Sky
Money
Us and Them
Any Colour You Like
Brain Damage
Eclipse
Seamus (probably)
Encore:
One of These Days

Me traje de recuerdo del mercado de Camden Town una chapita oxidada con el poster del concierto. Para un hardcore fan de Pink Floyd es algo que no se puede dejar pasar.

Pink Floyd en 1973

Pink Floyd en 1973

Y tengo un documento impresionante de un concierto en Atlanta de esa gira. No sé cómo se me había pasado hasta ahora esta joya del super 8.

 

Y con estas cositas que tanto me gustan, os deseo buenas vacaciones a todos y os doy las gracias por ser tan fieles seguidores de este blog tan variopinto y a menudo tan «peculiar». Más de 160.000 visitas a mis tontunas no tienen fácil explicación.

Gracias.

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Battersea Power Station

Battersea Power Station

Tuve la oportunidad de pasar delante de la estación de Battersea en Londres. Su aspecto es tan impresionante como me imaginaba, si bien el buen tiempo y el cielo despejado le restaban el dramatismo post-capitalista de la portada de Animals. Imposible no tomar unas fotos según pasaba en el tren delante de ella.

Y traigo una versión poco conocida de las dos mini canciones que abren y cierran el álbum, unidas por un corto solo de guitarra a cargo de Snowy White en la versión de 8 tracks del disco.

Pigs on the Wing, 1 y 2

Y qué sería de mí si no me importara lo que te suceda a ti (que cada uno sustituya los pronombres por las personas por las que se preocupa). Es la esencia de la vida.

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Firth of Fifth

Con este impronunciable título [fɜ:θəvfɪfθ]  el grupo Genesis nos regaló una hermosa canción allá por 1973 (hace casi cuarenta años, la mare de deu…). Era su quinto disco (Selling England by the Pound) y éste tema se convirtió pronto en uno de los favoritos  de la banda en los conciertos y a menudo el punto más mágico de ellos.

La canción es magnífica, aunque la letra me parece un poco menos intensa que otras de Peter Gabriel. Aún así, sería una más de las muchas obras maestras del grupo (Supper’s Ready, The Knife y tantas maravillas) si no fuera por el inolvidable solo de guitarra que encierra en su interior y que la transforma en algo más.

La estructura es la siguiente:

  1. Intro de piano de Tony Banks que te transporta a otro mundo.
  2. Primera parte cantada por Peter Gabriel (más adelante por Phill Collins) y teclados perfectos.
  3. La flauta nos presenta la melodía que será el corazón de la canción. Deliciosa.
  4. Instrumentación que se va sumando.
  5. Solo de guitarra de Steve Hackett llevando la melodía principal de la flauta a límites sublimes.
  6. Segunda y breve parte cantada.
  7. Se retoma el piano del comienzo.

Parece que fue Tony Banks el que se llevó el peso de la composición y que dio con la bella melodía que, primero la flauta y luego la guitarra, elevan la música a niveles majestuosos. Insisto, toda la canción es una obra maestra. Pero ese solo de guitarra tocado con la Les Paul… es algo que me llega tan dentro, que me conmueve de tal manera que podría estar oyéndolo una y otra vez durante horas. La melodía es simple, pero bellísima, emocionante, perfecta. Y el virtuosismo de Hackett convierte esas pocas notas en una emoción, en algo tan bello y conmovedor que me roza en lo más profundo de mi alma.

Creo que los lectores de este blog se habrán percatado de lo importante que ha sido la música en mi vida, de cómo me afecta y la necesito para vivir. De todas las artes para mí es la más sublime, la que me transporta a un nivel superior de conciencia.

Hacer listas de canciones que me conmueven de esa manera sería eterno. Hay decenas. Pero para ser estricto, si me refiero a solos de guitarra que me retuercen por dentro, que me llegan a afectar emocionalmente y que escucho una y mil veces y siempre me parecen más bellos y mágicos, me quedaría -qué tarea tan injusta y difícil- con estos (el orden no es jerárquico; todos son inmensos y perfectos):

  1. Shine On You Crazy Diamond, part. 1, de Pink Floyd. Interpretado por mi adorado David Gilmour. El blues elevado a la potencia infinita. El alma del blues despojada de todo lo superfluo, convertida en espíritu puro y sin ataduras. Es tan bella y triste la melodía que cada vez que la escucho (y habrán sido MILES de veces), cada vez, insisto, se me eriza la piel y me deshago como en un orgasmo sin fin.
  2. Comfortably Numb, de Pink Floyd. También del dios de la guitarra David Gilmour. Si el anterior era el blues sublimado, aquí es el rock rozando el cielo. Potente, electrizante, enervante, emocionante, tan maravilloso y bellísimo que me llena de energía, me la quita, me la vuelve a dar y se me va el cerebro en cada nota. Para mí, insuperable, a muchos metros de distancia de cualquier otro solo de rock de la historia.
  3. Ice, de Camel. Interpretado por el infravalorado y virtuoso Andrew Latimer. La extraordinaria belleza de la melodía, la melancolía, la emotividad que transmite en cada nota, es algo que me conmueve hasta las lágrimas. Me quedo sin adjetivos para describir lo que representa para mí esa joya del universo. Si los anteriores solos eran blues y rock, aquí hay fusión con jazz y clásica en un combinado incomparable. Marcó mi adolescencia y la escucho siempre que la necesito. Forma parte de mi vida y así la valoro.
  4. Brothers in Arms, de Dire Straits. Interpretado por Mark Knopfler. Qué decir de esta delicia, de esta susurrante, suave y triste melodía de tintes celtas que te va capturando y colándose entre tus huesos. Se me derrite el corazón ante la poesía que destilan las palabras unidas a esas notas precisas que saben tocar en lo más íntimo de una persona y volverla del revés. La oiré un millón de veces más y seguirá afectándome de igual modo.
  5. Firth of Fifth, de Genesis. Interpretado por Steve Hackett. Creo que era hora de incluir esta preciosidad en mi lista de solos conmovedores. Las razones sobran. Me veo con catorce o quince años acertando con la aguja del tocadiscos para poder escuchar una y otra vez esos dos minutos mágicos.

Posiblemente esta entrada sorprenda a los que me conocen (o creen conocerme). Soy duro, poco dado a blandenguerías. Pero la música puede afectarme de tal manera que, lo reconozco, marca mi vida. No concibo la vida sin música. Creo que es lo único bueno que ha dado la Humanidad al Universo. Entre toda la mierda que producimos, entre todo el dolor que extendemos, alguien, algunos, muy pocos, son capaces de descubrir entre la basura unas longitudes de onda que, colocadas en determinada posición, me sacuden el alma.

Sólo puedo decir: GRACIAS. A los genios de esa lista y a decenas más que me encantaría incluir pero que harían inviable un artículo como éste.

Y ahora, cómo no, Firth of Fifth, El Fiordo del Quinto.

Directamente del disco, sin imágenes. Sólo MÚSICA EN ESTADO PURO.

…Venga, imposible no incluirlas todas….

 

 

Dios, qué a gusto me he quedao…

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They will not force us
They will stop degrading us
They will not control us
We will be victorious
  
 

 

De no ser por tener un hijo adolescente me habría quedado en casa y me habría acostado a las diez, como es mi costumbre. Pero hoy tocaba su grupo favorito, iba con sus amigos, todos menores, y algún adulto tenía que hacerse cargo de la situación. Como no encontraron ninguno, me tocó a mí.   

Las entradas habían volado en los días siguientes a su puesta a la venta, de manera que tuvimos que acoquinar una bonita suma para conseguir dos pases a la pista general (sí, ahí, en el mogollón).   

Dos entradas de Muse en la reventa: 140 €. Ver la cara de tu hijo disfrutando como un enano: no tiene precio.   

Mentiría si dijera que iba forzado. Compadezco a los padres que tienen que llevar a sus hijos a ver a Hannah Montana y a Pereza, Bisbal o dementes similares. Pero mi hijo tiene gustos refinados y Muse nos encanta tanto a él como a mí. Como es natural, él se conoce cada una de las canciones de memoria, las rarezas, los temas que han salido sólo en un single en Japón y cosas parecidas. Yo no llego a tanto, pero los oigo muy a menudo y me sé casi todas sus canciones.   

El tour de este año lo realizan en estadios. Llenar un estadio parece reservado a payasos acabados como los Rolling, a vejetes a los que se les perdona todo como al Boss, o a los sobrevalorados U2. Pero este trío de trientañeros ingleses se lo ha propuesto y arrasa en cada país que visita. Si se han caracterizado siempre por unas puestas en escena espectaculares y muy futuristas, las de esta gira son abrumadoras. Creo que han dado una vuelta de tuerca al concepto de escenario y de ‘juego de luces’. Yo que he asistido a un concierto de Pink Floyd en su explosión de láser y varilites, pensaba que lo había visto todo. He de reconocer que el espectáculo de Muse es impresionante: el sonido es aplastante, de una pureza y brillo formidables. La limpieza con la que se oía absolutamente todo, la perfecta sincronización con los media utilizados y la cantidad de sorpresas desplegadas en el concierto han sido soberbias. Desde el punto de vista de un espectador, un 10 sobre 10 sin duda alguna.   

Dados los nervios de mi vástago, a las 18:45 estábamos en el Vicente Calderón, junto con los otros amigos que lo acompañaban. Eran tantas las ganas que a las siete estábamos ya dentro, eligiendo sitio junto a una valla de seguridad, justo en el centro del escenario y perfectamente situados para una de las atracciones que nos aguardarían; pero eso no lo sabíamos aún. Unos bocatas y a esperar que empezaran los teloneros.   

Primero aparecieron The Big Pink, que me parecieron muy modernos y me gustaron mucho (especialmente la baterista japonesa, Akiko Matsuura, que estaba como un queso y andaba medio en bolas). Tengo que darles una escuchada porque creo que se merecen atención. Tras ellos tocaron los Editors, grupo indie más conocido (reconozco que sólo había escuchado  An End Has a Start). Me gustó la intensidad con la que tocaron y tendré también que seguirlos.   

Editors actuando de teloneros

  Como era de esperar, ninguno de ellos utilizó más que unas pocas luces y efectos del inmeeeeenso bloque en el que se alojaba el escenario. Todo el despliegue estaba reservado a los dueños y señores del rock del siglo XXI.   

   

Comenzaron con 15 minutos de retraso. Nosotros llevábamos ya tres horas de pie y cuatro y pico desde que salimos de casa. Nada, poca cosa. Pero mereció la pena esperar.   

Todo comienza con una manifa, sí, sí. Se enarbolan banderas de Resistance, con una española en el centro, entre el público los pipas elevan pancartas, lemas y emblemas y se dispara Uprising. La locura se expande como un universo recién nacido y la banda acomete su entrada de forma brutal y anunciando lo que nos espera: puro espectáculo audiovisual y una calidad excepcional en todos los aspectos.   

   

Al conocido single del último disco (se oye ya hasta en los supermercados) le siguen para el delirio de los allí reunidos la rítmica Supermassive Black Hole , una preciosa  New Born y la enorme Map of the Problematique. La entrega del público es total y el espectáculo está al mejor nivel de cualquier banda de rock que yo haya visto. El despliegue técnico es de los que te dejan la boca abierta, muy moderno, muy vanguardista (como es Muse), efectivo y, por qué no decirlo, efectista. Se van desgranando casi todos los temas del último álbum (Resistence) y muchos del anterior (Black holes and revelations). Que son ambos dos discazos, lo digo por delante, pero bueno, tienen más concesiones al público que los primeros: hay más que ecos de U2, el tecno de los 80 o incluso de Queen. Son más comerciales, si se quiere utilizar ese término algo despectivo: pero ya quisieran otros hacer temas comerciales con los matices  y calidad que derrochan estos. Sonó entonces la canción que han compuesto para cierta película innombrable y que no me dijo nada: demasiado blanda y comercial. Luego lo arreglaron con Bliss, temazo. Personalmente me apasionan los primeros trabajos de Muse y me recompensan con uno de mis temas favoritos del tercer disco (Absolution): Hysteria. Pura energía, enloquecemos todos con ese intensísimo nu-metal o como cojones se pueda llamar esa explosión total de rock brutal. Escalofriante. Tan intenso y furioso que te conquista para siempre.   

Para los que no conozcan al grupo (debería ser castigado con veinte azotes en plaza pública y ser motivo de escarnio) los componentes de Muse son:   

Matt Bellamy: compositor, cantante, guitarrista, teclista y todo. El alma creativa; un tipo simpático, hiperactivo, hipercreativo y un virtuoso al piano y a la guitarra (llegó a tocar los dos mástiles al mismo tiempo). Medio extraterrestre y algo gamberro. Eso sí, su español es peor que mi birmano.   

 

Dominic Howard, baterista menudo y con gran sentido del humor, desarrolla una energía y una creatividad muy grande en la sección rítmica. Cuando lo ves actuar comprendes que cada canción lleva exactamente el ritmo y adornos que necesita, ni más ni menos.   

 

Christopher Wolstenholme, el grandón bajista, que abandonó la batería en su anterior grupo para comenzar a tocar el bajo en Muse sin haberlo hecho nunca antes. No sólo aprendió sino que es un magnífico bajista, potente, creativo y que junto a Dom crea una base rítmica aplastante sobre la que Matt puede florear a su gusto.    

   

 No soy capaz de recordar el orden de las canciones (tocaron muchas y algunas de mis favoritas). Guiding Light según mi hijo no la habían tocado anteriormente, y quedó bastante bonita, con ese solo de guitarra corto pero intenso. (aunque sé a casi nadie le gusta este tema). United States of Eurasia me sorprendió porque pensé que no funcionaría en directo y sí lo hizo. Tuvimos momentos para la calma en Feeling Good y en Unintended, en la que que Dom nos pidió que ilumináramos el estadio con las luces de los móviles.    

   

Pero nos iban a arrollar con varias sorpresas, como la plataforma en la que Dom y Chris se subieron para iniciar una intro poderosa rítmicamente (MK Jam) para Undisclosed Desires, con una batería luminosa mientras subían y bajaban para incorporar a Matt a la fiesta. La canción, puro tecno ochentero, resultó bastante llamativa.   

   

Otro de mis momentos favoritos llegó tras Resistance y Starlight se zambulleron en Time is Running Out, un temazo que te agarra desde el principio y desearías que no te soltara nunca. El pogo era ya inevitable en la pista y no paró hasta el final del concierto.   Fue seguida por Unnatural Selection, contundente y con una guitarra fantástica.   

 
 
 

Ay, esos trajes plateados, Matt...

 Otro espectacular secreto que guardaban era un auténtico OVNI que salió de detrás del escenario al más puro estilo Pink Floyd con sus cerdos volantes. Mientras Matt desgranaba la primera parte de Exogenesis, una pequeña sinfonía clásica que aportaba la perfecta atmósfera mágica, un globo plateado llegó flotando hasta justo el lugar donde estábamos nosotros, que comprendimos en ese momento el por qué del pasillo que habían formado los de seguridad y que permitía a los pipas manejar diestramente el OVNI.     

   

 

Lo teníamos a pocos metros sobre nuestras cabezas cuando me sorprendió el «burruño» que formaba justo el vértice inferior del globo. Entonces, en perfecta sincronía con la música onírica que sonaba en el escenario (al que nadie prestó atención en esos momentos), el vértice se convirtió en una bailarina colgada del OVNI que, sujeta por unos cables invisibles evolucionaba con un aro en la cintura que le permitía girar libremente. Una auténtica extraterrestre (de género mamífero, sin lugar a dudas) bailó mágicamente sobre nuestros asombrados ojos tan cerca que casi podíamos tocarla. Resultó muy plástico y muy bonito. La ovación fue total.   

   

Aún nos lanzarían varios ojos enormes que rebotarían entre el público de lado a lado, mientras otro ojo inmenso parpadeaba en la bola de leds que coronaba la nave nodriza, digo, el escenario.   

 

 Ante el delirio de 50.000 personas entregadas desde el minuto uno, la despedida se compuso de cuatro temazos tras un corto tiempo que necesitó Matt para que le pusieran encima un auténtico traje de luces. Y nada menos que la magistral y epítome del rock alternativo que más me gusta, Stockholm Syndrome, siguió en el repertorio. En el más puro estilo Tron, subido a la plataforma en medio del público, con unas gafas del futuro y un traje de colores cambiantes y sincronizados con la música, interpretó Take a Bow. Impresionante. Pero bajó y la banda atacó Plug in Baby, para mí quizás la mejor canción de la década. Es tan visceral, tan poderosa, con ese riff que te llega tan dentro que no puedes hacer otra cosa que entregarte a ella. Allí bailaron cinco decenas de miles de personas y seguro que muchos de los vecinos del barrio. Para terminar, y precedida de la nueva intro gloriosa con la armónica estilo western de Chris, la incomparable Knights of Cydonia. Brutal, demoledora, perfecta.  

Un espectáculo total, moderno, ultramoderno, tecnológico, insuperable técnicamente. Pero sin dejar de cuidar el sonido, la interpretación, el ritmo, la rabiosa y mordiente guitarra. Con momentos de poesía y de furia, con magia y metal pesado. Con armonías de piano clásicas, guitarras desgarradas, riffs potentes, letras de amor o comprometidas políticamente, ritmos pulsantes y melodías cuidadas… ¡y todo ello a menudo en la misma canción!  

Pueden pecar de eclecticismo. Es cierto. Puede que sus dos últimos discos tengan demasiadas referencias a músicas ya escuchadas. Si bien sus primeros discos no suenan a nada anterior, son rompedores, alternativos y brillantes (para mi gusto imprescindibles para todo amante del rock), los nuevos trabajos son más digeribles por el gran público. No lo critico: un artista puede decidir acceder a mayor número de personas y para ello tiene que hacer ciertas concesiones. Pero Muse sigue siendo un señor grupo de rock con mayúsculas, poderoso y versátil, con discos muy cuidados y directos dificilmente superables por nadie en la actualidad. Son generosos y se entregan sin reservas. Invito a todo amante de la música a que los explore porque va a encontrar material de su gusto. De lo muy alternativo a lo muy digerible; de lo más duro a lo más delicado. Pero siempre honesto y original. Rock en estado puro.  

Tras acabar el concierto le dije a mi hijo que tuviera en cuenta que los próximos conciertos a los que asistiera no serían de tantísimo nivel, ni musical ni escénico. Había disfrutado enormemente con el espectáculo y estaba ronco y feliz. Se acostó a las dos de la mañana. A las nueve tenía examen final de Matemáticas e Historia. No sé qué tal le habrán salido. Pero considero mucho más importante para su felicidad este tipo de experiencias. Tras unos años nadie se acuerda de la nota que sacó en un examen en el colegio. Pero durante toda su vida uno se acuerda de los conciertos a los que asistió. Las experiencias quedan y te construyen como persona. Y el rock es para mí algo muy importante. 

Porque lo único que nos diferencia del resto de animales y seres vivos del planeta y,  me aventuro a decir, de cualquier otro sistema solar, es esa explosión de energía, vida, color, ruido, latidos, saltos, movimiento, ilusión y magia que es un verdadero y genuino concierto de rock.   

Poderlo compartir con mi hijo, indescriptible.   

Gracias, Muse.   

  

He encontrado el setlist del concierto:

1. Uprising
2. Supermassive Black Hole
3. New Born
4. Map of the Problematique
5. Neutron Star Collision (Love is Forever)
6. Guiding Light
7. Bliss
8. Interlude
9. Hysteria
10. Nishe
11. United States of Eurasia
12. Feeling Good
13. MK Jam
14. Undisclosed Desires
15. The Resistance
16. Starlight
17. Time is Running Out

Encore 1
18. Unnatural Selection
19. Unintended
20. Exogenesis: Symphony Part 1 Overture
21. Stockholm Syndrome

Encore 2
22. Take a Bow
23. Plug in Baby
24. Knights of Cydonia

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Dices tú de mili... Foto Cortesía de Guille

Hombres de barro fuimos el pasado domingo.

Es difícil hacerle comprender a alguien lo que uno puede sacar levantándose un domingo a las 5:45 de la madrugada, echar un vistazo, ver que diluvia, y en lugar de volverse a la camita, preparar los trastos, desayunarse adecuadamente y salir hacia otro pueblo de su Comunidad donde ha quedado con otros frikis como él. Y ponerse a correr con ellos durante más de tres horas bajo la intensa lluvia y comiendo tanto barro que casi impedía avanzar.

Pero para eso los españoles sí que valemos. Estamos diseñados para hacer el mongui. Cuanto más el tonto, mejor. Es algo genético que no podemos evitar. Por contra, los ibéricos somos incapaces de hacer cuatro cosas. Las tres primeras tienen que ver con el lenguaje. La cuarta –la que nos ocupa en esta entrada– no está relacionada directamente con nuestro idioma, pero quizás sí y no lo he llegado a descubrir por mi falta de perspicacia. Las incapacidades absolutas de un español son las siguientes:

  1. Un español es incapaz de hablar otros idiomas correctamente. Podrá aprender su gramática y sus requiebros. Memorizará largas listas de vocabulario y será capaz de leer los textos más sesudos y arcaizantes de un autor medieval. Pero cuando le llegue el turno a decir «Esto es un lápiz.; mi sastre es rico y la flor está en la cocina» (frases imprescindibles en toda lengua que se precie), lo que le saldrá por la boca será una patochada ininteligible que dará grima y sudores fríos al escucharla. Nadie, absolutamente nadie que sea español viejo es capaz de pronunciar otro idoma sin que el oyente se sonroje y se eche las manos a la cara para ocultarse de la vergüenza ajena. No podemos. No se sabe por qué, pero somos la única subespecie humana que es incapaz de pronunciar otros sonidos.
  2. Un español jamás cantará bien. Sólo presta atención en la próxima fiesta de cumpleaños. Al entonar en grupo la cancioncilla ratonera (hay dos versiones, tres si incluimos la de los Payasos de la Tele) los desafines, salidas de tono, gallitos, variaciones asonantes y berridos hórridos aguan la fiesta del más pintado. Por eso la canción española siempre ha sido casposa y sobaquera. Bien es cierto que para cantar, o lo haces en inglés o queda cutre; pero me refiero más a la incapacidad personal de cantar con acierto una tonada, cosa que puede hacer una panda de bávaros borrachos y grasientos con mucho mejor acierto. Nosotros no.
  3. Un español no puede actuar. Ojo, no digo que no sea capaz de mentir y fingir; en eso quizás seamos de los mejores (nuestros políticos son verdaderos maestros). Me refiero a interpretar un papel en una película u obra de cualquier tipo. Tú ves una peli americana y todo el mundo lo hace bien, independientemente de que la obra sea absurda, infantil o demencialmente violenta. Pero sale un tío en un bareto tomándose un pedazo de tarta y lo hace bien. Hay unos extras paseando por la calle mientras el héroe hace no sé qué, y están paseando bien. Para un español es inalcanzable actuar. De manera que cuando alguien decide dedicarse al mundo del celuloide, ha de tomar dos decisiones cruciales: elegir el gesto (único) y el soniquete. Los actores españoles deben tomar la difícil decisión de  «sobreactuar cómicamente» cualquier emoción, por trivial que ésta sea, o bien, si elige el camino de la contención, poner la misma «cara de zote pasmao» en toda circunstancia y ocasión, ya sea dramática o tronchante. En cuanto al soniquete existen dos escuelas. La primera de ellas iniciada por Jorge Sanz y seguida por Bardem y la señorita laureada con el Óscar a las memeces, que consiste en decir todas tus frases con el siguiente tonillo: Nananí nananino«. Si farfullas y no se te entiende, el Goya está ya al caer. Los que no sean capaces de trasmitir tantos matices habrán de conformarse con el otro soniquete: (  ) también llamado «conjunto vacío», que combinado con la «cara de zote pasmao» redondean una interpretación sobrecogedora.

Y ahora viene lo nuestro. Lo que más me preocupa. Lo que mostramos el domingo diez tíos que se supone que queremos hacer cosas (difíciles) juntos.

Un español es incapaz de trabajar en equipo. Imposible. No sabemos. No podemos. No nos imaginamos siquiera qué es lo que hay que hacer. Creemos que estando juntos ya somos un equipo. Pero somos diez individualistas tirando cada uno por su lado. Yo, yo y yo.

Estuvimos corriendo por los Cortados de Rivas-Vaciamadrid. Guiados por nuestros compañeros ripenses enlazamos el pueblo (¿ciudad?) con una zona geológicamente interesante, que estaba realmente bonita gracias a la primavera, para descender a la sosegada Laguna del Campillo, a la que bordeamos para luego volver a subir a los Cortados y retornar a Rivas. 27 km en 3h20, trotando, caminando en ocasiones y disfrutando del amanecer de un día de perros… y de conejos. Todo habría sido perfecto con algunas toneladas menos de barro, que llegó a ser desesperante.

Y con un poquito menos de individualismo español.

Amagostos ripenses (Foto cortesía de Guille)

Como banda sonora inevitable a esta salida, la versión de la canción Mudmen de Pink Floyd en  la película La Vallée, donde realmente aparecen estos Hombres de Barro de Guinea Papúa.

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Tengo en mis manos el documento que han elaborado en el colegio de mi hijo para regular la convivencia de alumnos, profesores y personal del centro. Literalmente ‘El contenido del Plan se resume en: las normas de conducta de obligado cumplimiento para los alumnos, los diversos tipos de faltas y sanciones, y el procedimiento disciplinario’.

Interesante. De manera que la convivencia trata de faltas y castigos. Y las normas son de obligado cumplimiento para los alumnos. Qué curioso.

El documento es espantosamente largo y concienzudo. Aterrador. No sé qué tipo de escrito entegrarán a un presidiario cuando ingrese en la cárcel. Supongo que será sencillo y directo: le dejarán claro los horarios y todo lo que no puede hacer. No creo que tenga tantas páginas como éste que hojeo ahora. Pero insisto, es de un colegio, no de un correccional o de una prisión federal del profundo sur de EE.UU. Y, así nos lo vendieron, de un colegio progresista (es absolutamente reaccionario, pero eso ya es otro asunto). Un colegio normal con chicos normales, muy majetes. Y el documento es aterrador.

Pero aún es más terrorífico saber que varias personas se han reunido para confeccionar esta sarta de barbaridades. Y terrorífico es pensar que ellos creen que hacen lo adecuado. Y sobre todo, me causa terror que los padres de los alumnos estén de acuerdo y se sientan satisfechos.

Esto sucede en un colegio de una ciudad moderna de un país europeo en el siglo XXI. En otras palabras: esto es el tope de modernidad y libertad que puede darse en la sociedad humana. Estoy horrorizado.

El totalitarismo y la dictadura consiguieron vencer definitivamente cuando se disfrazaron –burdamente– de democracia y libertad. La esclavitud obtuvo su mayor victoria cuando ofreció consumo y progreso a sus ciegos sirvientes. Miles de millones de felices borregos contentos por poder trabajar y comprar enseres. Por establecerse. Por acatar las normas de convivencia. Por ser esclavos para siempre con la mejor de las sonrisas.

Nuestros derechos caben en un billete de metro –y a menudo son pisoteados–. Nuestros deberes ocupan decenas de volúmenes. Y los castigos aparejados a su incumplimiento no dejan de regularse y aumentar.

Sólo quieren niños silenciosos y obedientes, moldeables, que acaten cualquier cosa que se les ordene; obreros temerosos, oficinistas sumisos, trabajadores acobardados: si aceptas lo que venga, más recortes, menos derechos, más humillación, menos libertades, conservarás tu puesto, tu exiguo salario, tu seguridad. Podrás pagar ese cuchitril por el que darás toda tu vida, podrás comprar lo que te digan que compres. Y sonríe, porque si te comparas con otros…

Os odio profundamente. Os detesto. No sabéis la suerte que tenéis: no he nacido en EE.UU. y nunca podré ser presidente de ese país. Yo no me andaría con tantos miramientos. Apretaría el puto botón rojo y os mandaría a todos a tomar por culo.

Os odio, uno por uno. A los amos y, sobre todo, a los esclavos.

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Llevo demasiadas entradas seguidas con el puto tema de las montañas. Hay que cambiar de registro. Además, me encuentro bastante jodido en general y la única medicina que utilizo, la única que me devuelve un poco la paz de espíritu es una buena dosis de Pink Floyd.

Dos temas prodigiosos, sublimes, insuperables, perfectos, brutales, intensos, llenos de emoción y que crean una atmósfera tan fascinante que cuando revientan se produce una catarsis. Pura medicina.

Pink Floyd – Careful With That Axe, Eugene (Eugenio, ten cuidado con el hacha, 1973).

Pink Floyd – One of these days I’m going to cut you into little pieces (Un día de estos te voy a cortar en pedacitos, 1994).

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