Si mi primer arranque de restar cimas se había saldado con la lastimosa cifra de UNA por las típicas excusas de mal tiempo y aludes y bla bla bla, esta segunda intentona también me ha puesto en mi sitio: tres miserables cimas de siete que buscaba. ¿Las razones? Pues mal tiempo, sí; un viento horrible. Pero no es suficiente. Es que no estoy yo para muchas alegrías.
Uno, que viene de fábrica ya con la melancolía en la cartuchera, está atravesando una etapa un poco triste. Por decirlo finamente. Bueno, da igual. Había planeado salir este sábado –con previsible sol y buen tiempo– y es lo que he hecho. Sin demasiado entusiasmo me he levantado a las 6:15, pero me daba cuenta de que no me apetecía mucho. He perdido el tiempo pululando, de manera que hasta las 7:50 no me he montado en el coche. Una hora justa de reloj y aparcaba en el Puerto de la Morcuera (1.796 m). Mientras me ponía las polainas y demás avalorios, ha llegado un minibús con montañeros maduritos que, luego me he enterado, iban a hacer toda la Cuerda Larga, desde Morcuera a Navacerrada, donde los recogería de nuevo el vehículo.
A mí que me suele gustar ir solo por el mundo, hoy no me ha importado compartir ladera con estos montañeros del club Iberia (soy poco hablador pero lo suficientemente educado como para saludar y hacer algún comentario).
Recorro los pocos metros de carretera hasta el inicio de la ruta hacia la Najarra y me calzo los crampones: hoy no hay duda posible, la nieve está dura y helada, muy buena para avanzar, pero con la seguridad de ir clavando.
No es una subida complicada, ni siquiera especialmente empinada. La Najarra (2.106) es una bonita montaña, y su rostro desde Miraflores es muy llamativo. Desde donde subo es más tendido y no tiene dificultades técnicas si se lleva un mínimo de material apropiado.
A la izquierda de esta imagen hay que pasar por una estrecha canal sombría y helada en varios escalones. No tiene especial complicación y se clavan bien las puntas delanteras. Sólo hice una foto pero no dice nada y la he borrado. Al salir del tubo se abre al valle de Miraflores.
Sobrepasado este resalte, se sigue sin pérdida por esta zona. Por mi manía de las fotos me retraso contantemente, pero me siento en forma y no tengo problemas para acelerar.
Hace frío y sopla un viento bastante fuerte. El cielo está sucio, la visibilidad no es perfecta hacia los valles y la luz no es tan limpia como lo ha sido esta semana. Parece que mañana domingo volverá a lucir un cielo despejado. Hace peor de lo que parece en las fotos (retocadas).
Mis reseñas contabilizaban 1h12′ para subir desde Morcuera a la Najarra, sin nieve. Tardo exactamente 1h13′, que para ser invierno y parar una y otra vez para hacer fotos, no está nada mal.
Desde la meseta cimera –bastante larga– se ve la curva que da la Cuerda Larga. Mi idea era ir bastante más lejos de donde me quedé. Pero por entonces no lo sabía.
Ahora el viento pega de lo lindo. Gorro polar, braga polar, pero se me mete el frío por los ojos. Hay que descender hacia el Collado de la Najarra (1.975 m), pasando antes por el Refugio de la Najarra (2.050) que no se contabiliza en la lista de los 103 dosmiles, no sé por qué.
Creo distinguir las Cuatro Torres de la Pedriza desde aquí. Mi primera idea era llegar hasta justo a su lado, en Peñas Linderas o en el Alto de Matasanos. Pero ya por aquí me veía un poco desanimado. El viento me estaba machacando de tal modo que no estaba disfrutando demasiado.
Pero antes hay que subir la larga ladera helada hasta Loma de Bailanderos (2.135 m). No hay respiro en el viento. Tengo que parar y ponerme las gafas de ventisca porque se me quedan los ojos secos.
Prácticamente no hago ni fotos. Bastante tengo con no salir volando. En dos ocasiones estoy a punto de caer por el viento. Las sensaciones (se nota que soy corredor) no son nada buenas.
Cuando llego a la cima del Loma de los Bailanderos (2.135 m), la ventisca es tremenda. Hay algunos montañeros agazapados en las rocas, intentando reponer fuerzas, tomando un bocado y bebiendo. No es buen sitio para parar, porque el frío es muy intenso. El termómetro marca -1ºC, pero el chill factor tiene que ser muy alto. La sensación térmica es heladora.
Me asomo al cuestón empinado hacia abajo que me tocaría hacer ahora hacia el Collado de Pedro de los Lobos (2.051 m) por un canchal helado donde veo trastabillar a algunos montañeros y decido que no sigo más. Me hidrato y como unas galletas para ver si es cosa de hipoglucemia, pero… ¡el viento me tira al suelo! Como estaba clavado con los crampones, una racha de viento me ha tumbado como a un muñeco tentetieso. Jamás me había pasado una cosa así. Afortunadamente caigo para el lado menos malo.
Me vuelvo por donde he venido. Quiero bajar de la arista lo más pronto posible porque el viento me está machacando. Tengo dos dedos de la mano derecha congelados: es la mano que uso para sacar la cámara y operar con ella, así como el resto de pequeñas acciones que hay que realizar. Soy incapaz de hacer nada con los enormes guantes de nieve y me quito el derecho a menudo. Debajo llevo guantes de seda de correr, pero los dedos están helados de tanto quitarme el guante principal. Pero me he comprado unos guantes nuevos de forro polar con cortavientos y me acuerdo en ese momento. Joder, 2 € en las rebajas del Decathlon y se soluciona el problema. Seré tonto… Buenísimos los guantes, que me caben debajo de los de nieve.
En vez de progresar por el borde, cambio un poco el recorrido para evitar situaciones comprometidas (lo de caerme por el viento me ha afectado un poco).
Mi idea es llegar ahora de nuevo al Collado de la Najarra, donde tengo una cosa pendiente.
Uno de los peñones tiene una altura superior a 2.ooo metros, y no es cosa de desperdiciarlo. Imagino que sin nieve no presentará mayor problema que trepar un poco entre las rocas y buscar el camino, pero con nieve helada la cosa cambia –para mí, que no estoy muy ducho en esas lides–. Pero he decidido subirlo y lo hago.
Sólo llevo un piolet, y éste es clásico y recto, no para usarse como tracción. Tampoco mis crampones son los más técnicos del mercado. Peeeero… hay que ir probando cosas nuevas. Si sólo hiciera las cosas que sé hacer, apenas haría algo más que dormir y cagar. Así que, venga, a hacer el canelo.
El sol ya está pegando y se está derritiendo la capa helada. Así que en un paso se clava bien y al siguiente me meto hasta el muslo en la nieve. Bueno, es divertido.
Ya que estoy, a hacer fotos. Qué coñazo, si te paras a pensarlo, esto de ir haciendo fotos. Bueno, pues una cima innominada a la colección: Peñón sin nombre en el Collado de la Najarra (2.010 m).
Y ahora a bajar que, parecerá una chorrada, pero está muy empinado. Eso que se ve es uno de mis bastones, que he dejado para saber por dónde tenía que seguir.
Desde aquí mis reseñas hablan de un senderillo que luego se transforma en camino y enlaza con la carretera de la Morcuera, sin necesidad de volverme a subir a la meseta cimera de la Najarra y tener que volver a la cima. Tengo suerte y veo a un tío andando en esa dirección. Así que ya sé por dónde es. Antes de continuar me vuelvo y retrato al peñoncete que acabo de subir.
Hora de comer. No estoy muy animado porque me he vuelto sin conseguir mi propósito y con malas sensaciones. Pero, qué coño, soy un magnífico cocinero y mi arroz con cosas está de muerte. Eso se complementa con tres mandarinas y mi termito con café. Como en casa.
Hago una última de Loma de Bailanderos, porque desde aquí se aprecia mejor la montaña entera; desde la cuerda era otra visión.
Ya sólo me queda volver al parking del Puerto de la Morcuera. Me deshago de todos los chirimbolos a mogollón y pa’ casa.
Y aquí finaliza otra estrambótica, esperpéntica y patética aventura de nuestro (poco) querido Estúpido Yoku.
peazo aventura amigo. No había visto esta entrada…
lo cierto es que tiene que ser bonito estar por ahí arriba, pero chacho que miedo….
Preciosas las fotos..y ten cuidadín…
Un abrazo
Cuando quieras volvemos a Claveles, Lander. Verás que bien lo pasamos con todo helado… :-).
Por cierto, esto está cerca de tu pueblo. En menos de media hora estás en Morcuera.
Excepto en esa melancolía que citas al principio, en lo demás te envidio la salida, aunque sigo diciéndote que roza la imprudencia hacerlas solo… Bueno, vaaaleee… Ya se que es así como más las disfrutas…
Las vistas son espectaculares (salvo esa «Cumbre de Loma de Bailanderos» que se parece a tu careto con casco 😉 ). Y oyesss, qué más das tres cimas que siete si las que has hecho te han permitido vibrar o encontrarte a solas contigo mismo o lo que sea?
Carlos: Sí, es imprudente. Y sí, eché en falta un compi que me animara. Pero tengo menos amigos que Bambi en el Ministerio de Justicia.
Pablo: bien siento amargaros la existencia con mis fotos. Pero si estoy documentando mi subida a todos los dosmiles de Guadarrama, tengo que poner alguna imagen que pruebe que estuve por ahí. Tendré que poner un cartelito de aviso para estómagos delicados…
Lástima que yo sea mujer, de no ser así te acompañaría encantada, porque ando más o menos en tu misma situación. Estoy pensando en hacer el clú de los deportistas solitarios descolgados de mediana edad, o algo así. Seguro que somos unos cuantos. En fin, mal de muchos…
El Clú de los Deportistas Solitarios tendría algunos serios problemas:
1. No tendría miembros (ni miembras), porque a los solitarios no se les ocurre asociarse.
2. No habría Junta directiva, porque todo lo que sea junto… malo, malo.
3. No iría nadie nunca a las reuniones, porque estarian haciendo deporte… en solitario.
Me ha hecho gracia eso de «lástima que yo sea mujer», jajaa, no se puede tener todo en la vida. Algún defectillo hay que tener 😀
Ay, si yo fuera camionero, qué feliz sería.
Obviamente…
peticiones del oyente:
me gustaría saber, en entrada aparte (salvo que me lo haya perdido que me parece que no), material técnico que estás subiendo en esos 102.
danqueser..